Antes de su torre, Gustave Eiffel cautivó al mundo en Portugal

agosto 27, 2014 6:59 am . .

LISBOA. Antes de que su torre parisina maravillara al mundo, el nombre de Gustave Eiffel (1832-1923) saltó a la fama internacional en Portugal, donde el deslumbrante puente Doña María Pía de Oporto marcó el inicio de su arquitectura de hierro.

En el aniversario de los 125 años de la emblemática Torre Eiffel de París, uno de los monumentos más retratados y visitados del mundo, muchos no saben que el ingeniero francés fraguó esta obra maestro años antes en Portugal.

La huella que dejó en el país ibérico revela los pasos de un joven lleno de ambición que encontró su «primer gran éxito en términos internacionales», afirma a Efe Paulo Oliveira Ramos, profesor de Historia y Arqueología Industrial en la Universidad Abierta de Portugal.

«Las técnicas utilizadas (en el puente) fueron revolucionarias para la época. Fue el mayor arco invertido edificado hasta entonces», explica el experto.

A través de un concurso público de la monarquía portuguesa, Eiffel se hizo responsable de una de las mayores de infraestructuras en Portugal, cuya economía avanzaba a caballo de la revolución industrial de finales del siglo XIX.

Más de 150 trabajadores participaron en las obras de las 1.600 toneladas de hierro que moldearon sobre el río Duero el puente ferroviario.

La obra conectó Lisboa con la «capital» del norte del país, motor del desarrollo manufacturero del momento y, según el historiador, pasó a simbolizar la idea de que «el progreso llegaba al norte» en un momento de gran desarrollo de la red ferroviaria.

Los reyes de Portugal, Luís I y María Pía, inauguraron en 1877 el puente por el que pasaron los primeros trenes a 20 metros cuadrados horas y que funcionó durante más de un siglo.

Para Eiffel, el monumento se había construido «en el límite de las posibilidades clásicas de la construcción metálica», pero sobre todo el logro le sirvió de promoción a su nombre.

La publicidad de la construcción, que fue mencionada en grandes periódicos de la época, le ayudó a ganar nuevos concursos en Portugal y otros países, y a acelerar el progreso de su carrera.

Con las maquetas y planos del mismo viaducto, aparecía en ferias y reuniones con sus clientes por el mundo para demostrar su valía y sus técnicas, según el historiador, que destaca su avanzado espíritu negociante y de mercadotecnia.

En Portugal, Eiffel y sus discípulos se convirtieron en un referente y recibieron decenas de proyectos entre 1875 y 1890, quince años que fueron «determinantes» para del genio francés.

Muchas de sus obras desaparecieron, como el puente de Viana do Castelo; otras permanecen aunque sin ser estudiadas con detalle como la estación de Alcantara-Mar, en Lisboa, y hay dudas sobre su autoría en la Casa de Hierro en Maputo (Mozambique), antigua colonia portuguesa.

Su impacto se alargó a través de su influencia en colaboradores, cuyas obras han sido en varias ocasiones atribuidas erróneamente a Eiffel, como el majestuoso ascensor de Santa Justa en el centro de Lisboa, en la que se observa una clara influencia del francés.

Aunque pocos detalles han sido expuestos en su biografía sobre su paso por Portugal, está demostrado que el ingeniero llegó a vivir en la ciudad portuguesa Barcelos, cerca de Oporto, durante los tres años de construcción del puente a través de las cartas enviadas su hija.

«Se sabe que tenía mucha confianza con sus jefes y trabajadores en Portugal, en su mayoría franceses que ejecutaban sus órdenes en otras obras», relata Ramos.

Ya en sus últimos años en Portugal su mente empezó a imaginar y proyectar la torre, cuya construcción se concluyó en 1889 para la Exposición Universal.

Y aunque las críticas arreciaron a Eiffel cuando la torre se desveló al mundo por considerarla no acorde con los cánones del momento, su popularidad resolvió los desencuentros estéticos y una obra que iba a ser desmontada en veinte años cumple ya más de un siglo.

En el ocaso de su carrera, el ingeniero, que falleció a la avanzada edad de 91 años, acabó involucrado como empresario en un caso de corrupción en las obras del Canal de Panamá que ensució su imagen y le condujo a dejar las grandes obras.

Desde entonces, se refugió en el estudio científico de la aerodinámica y de la meteorología, al que se dedicaba en un gabinete en lo alto de la torre Eiffel, donde trabajó durante años siempre con una fotografía del puente portugués colgada en la pared.

Fuente

Compartir :

Relacionados