Vuelos con nuestra bandera

febrero 1, 2013 8:59 am . .

Llevamos más de una década sin una línea aérea nacional dominicana. Varios intentos han fallado y tenemos que conformarnos con ver que países más pequeños que el nuestro tienen sus propias líneas.

La aviación comercial es un negocio mucho más complejo que operar autobuses interurbanos o camiones para distribuir mercancías. Una línea aérea dominicana tendría que comenzar pequeña, con tarifas bajas, ganando confianza y mercado paulatinamente.

Aunque no fuese una empresa del Estado tendría que tener apoyo estatal, vía facilidades para apertura de rutas y obtención de créditos, concesiones en aeropuertos, negociaciones de permisos y auspicios en el uso de sus servicios de carga y pasajeros. El Estado podría participar en su capital, pero su administración debería ser privada.

El objetivo sería crear una empresa rentable, auto sostenible, fuente de divisas y de trabajo para mecánicos, tripulantes y personal administrativo dominicano.

Un experto en aviación comercial dijo recientemente que ésta se ha convertido en un negocio de «extremos». Hay compañías pequeñas que operan con éxito con algunas rutas y aeronaves en un radio limitado. Y las hay también muy grandes, con centenares de aviones y alcance global. Pero señaló que lo más difícil es operar compañías intermedias, con más que destinos locales, pero sin llegar a tener una red regional o mundial. Esas compañías desbordan sus «nichos» de mercado, sus rutas son propensas a estar en pico o en baja simultáneamente, no resisten una guerra de tarifas, ni pueden costear promociones agresivas.

Pero aún las naciones que están privatizando sus aerolíneas estatales siguen considerando el transporte aéreo como un asunto de prioridad estratégica. Se rehúsan a depender de monopolios, revisan tarifas, imponen pautas, resguardan sus compañías domésticas y promueven su supervivencia. La República Dominicana puede hacerlo también, o al menos intentarlo.

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