Alguien decía que la situación fiscal dominicana se parece a la de los Estados Unidos (EE.UU.) pues ambos países tienen déficits, su deuda pública está creciendo, el gobierno quiere aumentar impuestos sin tocar gastos prioritarios, y la oposición insiste en bajar gastos sin subir impuestos. Por lo tanto, decía, la posición del gobierno dominicano es similar a la de Obama, y la de quienes se oponen a la reforma tributaria es como la de los republicanos.

Las apariencias engañan. Para comenzar, dentro de las exenciones de impuestos que datan desde los gobiernos de Bush y que vencen en enero próximo, las que Obama no quiere renovar son sólo las que corresponden a los ingresos de las personas más ricas, no las demás, pero los republicanos quieren renovarlas todas. Aquí la reforma tributaria caerá sobre la clase media y baja de la población.

Los gastos que Obama defiende son para programas de seguridad social e inversiones públicas, no para cubrir nóminas y subsidios indiscriminados.

Y hay una gran diferencia en cuanto a la deuda. El gobierno federal no tiene problema en encontrar quién le preste. La amenaza de que su puntuación crediticia fuera bajada por las agencias calificadoras no le hizo mella a la demanda por su deuda, cuya tasa de interés se mantiene por el suelo. Puede, si lo desea, seguir pagando intereses y amortizaciones con nuevas ventas de valores, en una especie de mecanismo piramidal por el cual revisa a cada rato su límite de endeudamiento, y no tiene que pedir permiso al FMI para poder hacerlo.

El gobierno dominicano no tiene esa facilidad. Para aumentar su deuda externa tiene que tener el visto bueno del Fondo, paga intereses bastante superiores al que los EE.UU. tienen que pagar, y no puede contar con que siempre podrá cubrir los intereses y amortizaciones con más deuda.

En los EE.UU. se habla de un abismo fiscal. Nuestro precipicio es distinto al de ellos.

POR GUSTAVO VOLMAR

Publicado en diariolibre.com