Como lo ha hecho desde hace varios meses, en su reunión de política monetaria de febrero el Banco Central mantuvo inalterada en 5% su tasa de interés de referencia, indicio de que considera que las condiciones de la economía nacional y del entorno externo no hacen necesario variarla en este momento.

Dado que el Banco Central se guía por su objetivo de inflación, fijado para este año entre 4% y 6%, justificó mantener la tasa igual señalando que tanto el pronóstico como las expectativas de mercado en cuanto a la inflación la sitúan dentro del rango establecido.

Esto así a pesar de que desde julio del año pasado el porcentaje de inflación mensual, calculado respecto de 12 meses atrás, ha venido creciendo continuamente: 1.64, 2.16, 2.60, 2.82, 3.37, 3.91 y 4.76. El propio Banco Central menciona el 4.76% de enero, pero atribuye un 1.26% de esa cifra a los efectos de la reforma fiscal, lo que dejaría en 3.00% la tendencia discernible de ese mes.

Las próximas cifras de inflación estarán afectadas por factores como el alza de los combustibles, la variación en el valor del dólar, los aumentos de salarios, el nivel de la actividad económica, la demanda de crédito y el ritmo que el Banco Central imprima al incremento planeado en sus reservas de divisas. Influirán también la entrada de divisas de los bonos, el aumento de las exportaciones y la previsible reducción en el crecimiento de las importaciones.

Hay que considerar, en todo caso, que la tasa de referencia es sólo una señal, uno más de los instrumentos que el Banco Central tiene a su disposición. Cuenta además, entre otras cosas, con sus certificados y sus tasas de interés, sus transacciones con divisas, sus operaciones con los bancos y la colaboración de las instituciones financieras, para influir sobre la oferta de medios de pago, la tasa de cambio y la cuantía y distribución del crédito. Y ha demostrado que las usará si la inflación amenaza con salirse de control.

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