Después del desastre

julio 16, 2012 6:53 am . .

La semana pasada el banco más grande de los Estados Unidos, JP Morgan Chase, informó que las pérdidas que en mayo había estimado en unos dos mil millones de dólares, llegaron realmente a 4,400 millones en el segundo trimestre de este año. Y todavía falta más.

Esas pérdidas fueron ocasionadas por «derivados crediticios», lo que no explica gran cosa a menos que se conozcan los detalles de las operaciones, pues ese término abarca muchos tipos de transacciones.

En sentido general, un derivado crediticio es un mecanismo por el cual el riesgo que corre quien concede un préstamo o compra un bono, es transferido a otra persona dispuesta a asumirlo a cambio de recibir pagos durante la vigencia del contrato. Si el deudor deja de pagar, quien asumió el riesgo tiene que compensar al acreedor de la forma que se haya convenido. El riesgo crediticio no desaparece ni disminuye, sólo se comparte o se transfiere.

Irónicamente, esos mecanismos surgieron con la finalidad de reducir, no aumentar, los riesgos de los bancos. Ya ellos tenían medios de disminuir los riesgos asociados a fluctuaciones en el valor de las monedas y las tasas de interés, y fueron creando instrumentos para reducir los asociados a los préstamos e inversiones.

Pero sucede que los bancos vieron en los derivados un gran negocio. Si todo va bien con los créditos, los que asumen los riesgos pueden ganar mucho dinero sin que les cueste nada. Y en base a los pagos que tienen derecho a recibir por los contratos, pueden emitir valores vendibles a inversionistas, incluyendo bancos.

De ahí que en lugar de transferir riesgos a otros, los bancos comenzaron a asumirlos, creando divisiones con mucha autonomía, las cuales en muchos casos llegaron a ser las más rentables y admiradas dentro de sus organizaciones.

Después del desastre, JPMorgan Chase dijo que la oficina que generó las pérdidas sólo hará ahora «inversiones conservadoras».

POR GUSTAVO VOLMAR

Publicado en diariolibre.com

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