Estar «metidos en fiesta» implica celebrar con amigos, usualmente con tragos, música y picadera. Una vez estamos en eso, no queremos ni pensar en que termine. Pero las fiestas cuestan dinero, y no son pocos los que gastan más de la cuenta, acumulando deudas y descuidando responsabilidades.

También como país rechazamos los sacrificios, prefiriendo creer que de algún modo podremos seguir gastando más que lo que producimos.

Recibimos con gran entusiasmo el anuncio de que el gobierno aumentará sus gastos en RD$9,000 millones.

El acuerdo con la Barrick nos permite decir que el nivel de gastos públicos contemplado en el presupuesto ha quedado obsoleto y que se requiere de un presupuesto complementario para asignar los nuevos ingresos, parecido a quien de repente se gana la lotería y puede ahora comprar cosas que antes no podía. Y podríamos hasta pensar que la reducción de gastos en lo que va de año sólo fue un mecanismo para simular disciplina y lograr que los bonos soberanos se colocaran en mejores condiciones.

En ese contexto, damos la bienvenida a las declaraciones ofrecidas por el Director de Presupuesto. Señaló atinadamente que la lucha contra el déficit fiscal está lejos de haber terminado. Que en lo que va de año el déficit fue menor que lo estimado, porque algunos gastos, especialmente de capital, se ejecutaron por debajo del monto presupuestado, pero que los ingresos no aumentaron. Que la austeridad se mantendrá hasta bajar el déficit a un nivel cercano a cero, por lo menos hasta un 1% del PIB. Y que el aumento de gastos en proyectos es un medio «transitorio» para impulsar el crecimiento de la economía y la creación de empleos.

Lejos de ser una cubeta de agua fría sobre el entusiasmo febril que los gastos provocan, la declaración debe verse como una señal responsable de que el gobierno no planea olvidarse del compromiso de sanear y balancear las cuentas fiscales.

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