A medida que los representantes de diferentes sectores han ido desfilando por el Palacio Nacional y por el Congreso vamos viendo más declaraciones de apoyo a la reforma tributaria. Oímos que se trata de un sacrificio necesario, pues hay que disminuir el déficit fiscal y darle recursos al gobierno para que éste pueda cumplir sus compromisos sociales. Son apoyos indicativos de que esos sectores, o una parte de ellos, han ido logrando concesiones, algunas de parte del Poder Ejecutivo y otras ahora de parte del Congreso.

Como concesiones que son, lo que hacen es quitar o disminuir los impuestos que en la propuesta original gravaban a los sectores favorecidos. Se presume, por lo tanto, que provocarán que el aumento en las recaudaciones derivado de la reforma sea inferior al que el gobierno esperaba conseguir.

Pero sucede que el gobierno, en sus planteamientos al Consejo Económico y Social, estableció clara y taxativamente que podía aceptar sugerencias de cambios a su propuesta siempre que consistieran en sustituir un gravamen por otro sin que se alterase el total del incremento esperado en las recaudaciones. Su cifra meta, de 47 mil millones de pesos, era en ese sentido no negociable. Sólo su composición podía discutirse.

Dado ese planteamiento tan preciso, surge la interrogante de cuáles impuestos va a aumentar ahora el Congreso para compensar aquellos que se propone reducir o eliminar, pues se supone que sin esa compensación la cifra meta no se alcanzaría. Y si no se alcanza, el gobierno tendría que reducir más sus gastos, lo que ya ha dicho que no es posible, o permitir que el porcentaje de déficit fiscal en el 2013 fuese mayor.

Lógicamente, si el estimado de recaudaciones obtenibles con la reforma hubiese sido calculado de forma muy conservadora, subestimándolas un poco, podría ser que ahora, ya fuera del CES, fuese posible hacer concesiones sin afectar la cifra meta.

 Publicado en Diariolibre.com