Al principio daba la impresión de que el Consejo Económico y Social iba a jugar un gran papel, pero al poco tiempo las señales comenzaron a dar a entender que no.

Casi inmediatamente después de la toma de posesión, el gobierno convocó al CES para tratar la reforma tributaria. La reunión inicial tendría lugar el jueves 30 de agosto, en medio de grandes expectativas, pero el 28 el gobierno la suspendió diciendo que quería concluir primero la evaluación de las diferentes alternativas, especialmente en cuanto al gasto público, y consultar con el FMI.

Fue la primera señal, pues hasta ese momento parecía que el gobierno deseaba escuchar las opiniones del CES antes de elaborar su propuesta. En nuestra columna del día 30 expresamos que la posposición indicaba que el gobierno había resuelto prepararla primero y luego presentarla.

Poco más de un mes después, el 4 de octubre, vino la segunda señal. El gobierno presentó su propuesta y dijo que podía considerar cambios de un impuesto por otro, pero que el aumento total en las recaudaciones no debería ser alterado, pues los gastos públicos ya habían sido bajados todo lo posible. Escribimos en esta columna al día siguiente que al someter la propuesta al CES el gobierno había cumplido su promesa de buscar un consenso, pero que la decisión real se tomaría en el Congreso, donde el Gobierno cuenta con el apoyo necesario.

Finalmente, en la tercera señal el viernes 19 de octubre, el gobierno rechazó los planteamientos del CES en cuanto a recortes de gastos, en vista de que le impediría cumplir con los compromisos prioritarios que ha asumido frente al país.

Hay que entender que para el gobierno el CES no era un escenario favorable. Sabía que el CES iría sobre los gastos públicos y no se saldría de ahí. Y sabía que el Congreso, por su correlación de fuerzas, le era mucho más propicio. No había que ser un adivino para interpretar las señales.

POR GUSTAVO VOLMAR

Publicado en diariolibre.com