Comenzó el 2014.

A nivel mundial se espera un mejor año, pero no tanto en América Latina. Se anticipa también un año más próspero para la RD, pero debería preocuparnos la permanencia de varios de los desafíos más importantes de la economía dominicana.

Las causas del déficit del sector eléctrico seguirán vigentes pues las plantas a carbón, con las que se busca modificar la composición de la generación, reducir el costo promedio de la energía producida y renegociar los contratos con los generadores, no entrarán en línea este año. Poco se dice en cuanto a cobrar la electricidad a quienes no la pagan, o respecto de la sustitución y rehabilitación de las vetustas redes de transmisión, las cuales son responsables de una parte de las pérdidas de energía, propensas a daños accidentales y vulnerables a las sustracciones intencionales.

No parece que mejorará mucho la persistente diferencia entre el valor de los bienes y servicios que importamos y el de aquellos que exportamos. Si la actividad económica mejora, no podremos contar con que el déficit se reduzca porque importemos menos, ni tampoco con que disminuya gracias a que el petróleo baje de precio. Hace falta una campaña real, no retórica, de promoción de exportaciones y no vemos hasta ahora mucho de eso para el 2014.

La reforma laboral luce atrapada entre las partes en pugna. No se tratan la competitividad, la productividad o la distribución equitativa del ingreso.

La situación fiscal seguirá frágil, dependiendo de cosas como desembolsos de préstamos, el precio del oro y de que la venta de alguna compañía importante de lugar a ganancias de capital gravables.

Y, para no seguir con la lista, no se vislumbra un incremento en el coeficiente de ahorro interno, lo que hace que nuestra limitada formación de capital dependa de ahorro externo vía créditos o inversiones foráneas, y afecte con mayor intensidad el balance comercial del país.

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